jueves, 31 de mayo de 2012

Saltar sobre la propia sombra

Sólo un punto: el movimiento 132 se declara apartidista, es decir, no apoyará algún candidato. Bien (en verdad, bien). Sin embargo, la declaratoria apartidista ha quitado sin querer una de las principales consignas de este movimiento: estar en contra de Peña Nieto (y espero que ello no suceda). Creo que propugnar por un “relativismo” apolítico es única y exclusivamente válido en términos formales, pero propugnar por un relativismo absoluto (contradicto in adiecto) lleva al movimiento a desvanecerse en términos políticos.      
El movimiento 132 se ha visto llevado a una contra-dicción; una contradicción que por cierto no proviene de una deficiencia de los estudiantes, sino que es producto del modo cómo perversamente está organizada la democracia electoral de este país. No se puede ser apartidista en un movimiento que quiere incidir en las elecciones y que para hacerlo tiene los días contados (quizá el poco tiempo que se tiene sea el problema).
Pese a todo, el trasfondo de este impasse proviene en realidad de un núcleo contradictorio: el 132 es (o debiera ser) un movimiento social que apunta a la resistencia pero que pretende incidir en objetivos político-institucionales. Y la resistencia social y la política son dos cosas muy distintas. Por ello, para ser efectivo, el 132 debe platearse en términos radicales.

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