lunes, 26 de marzo de 2012

El chuchumbé y el Papa en Cuba

A propósito de la visita del Papa a Cuba, a continuación un son jarocho muy popular, que como ocurre con estos temas —absurdos y contradictorios— sólo pueden ser abordados con humor, antes que con indignación o molestia:

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♫♪El chuchumbé fue penado por la Santa Inquisición

El chuchumbé fue penado por la Santa Inquisición

Pero ellos se olvidaron que es un ritmo sabrosón

Pero ellos se olvidaron que es un ritmo sabrosón

Que te vaya bien, que te vaya mal,

Que el chuchumbé me has de agarrar

Que te pongas bien, que te pongas mal

Que el chuchumbé me has de agarrar

El Papa llego a la habana lero lei

El Papa llego a la habana pero el diablo lo tentó

El Papa llego a la habana pero el diablo lo tentó

Al mirar a una cubana, el chuchumbé se le alzó

Al mirar a una cubana el chuchumbé se le alzó

El chuchumbé se le alzo debajo de la sotana

El chuchumbé se le alzo debajo de la sotana

Que te pongas bien que te pongas mal

Que el chuchumbé me has de agarrar

Que te pongas bien que te pongas mal

Que el chuchumbé me has de agarrar.♫♪

Para quien lo desconozca, el chuchumbé es un tipo de son que fue prohibido por la Iglesia del México novohispano del siglo XVIII. Chuchumbé es una palabra de origen africano que significa “ombligo”. Fue aplicada a este tipo de sones porque las parejas los bailaban juntando sus ombligos. Sin embargo, chuchumbé también hace referencia al pene.

No cabe duda de que las canciones populares, como esta, tiene más noción del cuerpo humano que la moral represora de la Iglesia. Una moral que es cínica porque ha sido sostenida abstractamente, pero una y otra vez ha sido traicionada por sus representantes concretos en la tierra. Negar el cuerpo para afirmarlo debajo de la sotana.

domingo, 25 de marzo de 2012

Visiones de la palabra: Bolívar Echeverría (en torno a la imagen)

A continuación un video donde Bolívar Echeverría habla acerca de las imágenes en la sociedad moderna y cómo es que estas imágenes se encuentran sobredeterminadas por la figura que les imprime el capital. Los seres humanos son seres de símbolos, constructores y persecutores de significantes que adquieren su significación a partir del contenido social impreso. Una sociedad moderno-capitalista produce imágenes cuyo contenido es marcado por el telos sustitutivo del capital.

Algo positivo hay, sin embargo en todo ello: el ser humano por primera vez en la historia puede construir una imagen de sí mismo. Sin embargo no se aprovecha esta oportunidad y se deja que sea cumplida por una “voluntad de forma” ajena al ser humano, que lo niega, que se desentiende de él, que lo rechaza. Por ello, algo muy raro pasa con las imágenes en la actualidad. Los seres humanos se guían por ellas, por su estetización, al mismo tiempo que se construyen una imagen de sí mismo. Las imágenes “producidas” por él, se tornan productoras de identidad. Una identidad que los acosa irremisiblemente: la imagen de la blanquitud.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Jorge Juanes: Heidegger. Metafísica moderna, antropocentrismo y tecnociencia*

Este libro de Jorge Juanes puede leerse como un ensayo que trata el tema de la técnica moderna en Heidegger pero también puede considerarse como un acercamiento filosófico al tema de la tecnociencia. Asimismo, este libro llama a preguntarse sobre la actualidad del pensamiento de Heidegger en torno a la realidad tecnocientífica y da señas sobre qué aspectos tendría que rechazar una propuesta discursiva que pretenda trascender el fundamento sobre el que se erige lo destructivo de la tecnología: la desmesura de la subjetividad moderna.

Desde la perspectiva del filósofo alemán Martin Heidegger, Jorge Juanes explica las relaciones entre la metafísica y el nacimiento de la subjetividad moderna, antropocéntrica y antropolatrica, y cómo es que este hecho tiene su presencia última en la tecnociencia, ante la cual, paradójicamente, el ser humano ya no sería dueño de su propia creación, sino sólo un esclavo de ella.

Los temas que aborda Juanes tratan lo que se ha llamado el Heidegger tardío o del giro; el crítico de la metafísica moderna y de la técnica o el apreciador del pensar poético y del lenguaje. Hay que decir que esta parte de la obra de Heidegger ha sido poco estudiada, ello parece ser así al menos en México (y en lengua castellana). La mayor parte de los estudios se concentran en el Heidegger de Ser y tiempo; que es el que mejor cabe en la academia filosófica. El Heidegger posterior a la década de los 30’s, y hasta su muerte, es más oscuro —incluso se le considera místico—, y sólo a partir de la década pasada ha comenzado un abordaje del tema que procura ser más profundo.

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Jorge Juanes hace un recorrido por la historia de la metafísica, la cual ha partido del error del quid pro quo (tomar una cosa por otra), pues queriendo saber algo sobre el Ser siempre acabará describiendo un ente. Error iniciado por Platón pero radicalizado a lo largo de la historia de la filosofía. Desde este mirador, el ensayo de Juanes es un recorrido de la filosofía desde sus inicios con Platón y Aristóteles, la Edad Media, el Renacimiento (el cual es incluido por Juanes, porque Heidegger no suscribe tal hecho a causa de que lo desdeña), el idealismo alemán y, finalmente, la época actual, en la que se observa cómo es que el ser humano debe pagar el precio de su desmesura.

Producto de la convicción de que es posible una idea del sujeto que no implique la subjetividad en sentido moderno, Juanes critica la idea del Hombre como el gran sujeto en torno al cual gira todo lo Otro; la idea del hombre como ser soberano del mundo. Se trata de la crítica al antropocentrismo. No se crítica a todo el sujeto, sino sólo a esta idea sesgada de la subjetividad.

Liberado de toda atadura medieval, el hombre moderno ya no es un ente sometido que viva bajo el temor de Dios. Por el contrario, el hombre pasa a ser el fundamento de todo ente y de la realidad. Esto es lo determinante, pues la esencia del hombre se ha convertido en su-jeto: en fundamento de todo. Él es quien domina, calcula, impone sus leyes, someta a reglas, racionaliza, produce, crea, en suma, todo lo vuelve un ob-jeto, tanto para sus representaciones, como para sus manipulaciones. Así, la naturaleza se transforma en objeto de experimentación y se le somete a leyes, y, como escribe Gilbert Hottois: “quien conoce la causa de un fenómeno natural, se vuelve el señor de este fenómeno”.[1] En suma: conocer es poder.

Es así como tiene lugar el protagonismo cognoscitista. El saber científico se convierte el paradigma del saber. En filosofía, por ejemplo, se da privilegio a lo ideal sobre lo material. Surge la idea del sujeto racional y trascendente, quien es engañado por el “genio maligno” de su propia sensibilidad (Descartes). Una idea que, dice Juanes, justifica la exclusión del cuerpo y de la materialidad; de la carnalidad y lo pulsional. Hecho que hace que haya quienes, incluso en su vida cotidiana, se asuman más racionales que corporales. De aquí que la razón pura sea “sensualofóbica”, ya que ve en la corporeidad tentaciones pervertidoras. Así, este discurso moderno es una reducción de todo. El Ser queda reducido a matemática. Esto sería tanto como querer que el pez respire en la tierra.

Ante ello, se trata de buscar nuevas vías para hacer filosofía; pero ya no como se ha hecho. Juanes no desconoce la realidad tecnocientífica y tampoco pide retornar a un pasado “arcadioso” para desentendernos de ella. Por el contrario, sostiene que aún es posible dar una nueva estancia al ser humano; un modo distinto de relacionarse con el mundo, el cual, mediante una técnica completamente otra, lo lleve a descubrir otra naturaleza.

Crisis del discurso

Asistimos a una modernidad en crisis profunda y estructural, donde o bien se puede postergar y exacerbar la catástrofe; o bien esta historia podría reconstituirse a partir de la experiencia negativa de esta crisis. ¿Cómo acercarse a este hecho? Al respecto, Juanes da algunas señas: que el mundo se hunde, dice él, quiere decir también que el nivel metafísico-tecnocientífico no proporciona orientación alguna. La posibilidad de pensar de otro modo a la modernidad debe partir de la necesidad de transformar radicalmente el discurso con el que se ha intentado dar soluciones.

Juanes piensa que se trata de “intentar un nuevo inicio desligado de la metafísica de la subjetividad y dispuesto” a acoger otro modos de aparecer del Ser. Con ello, es posible destronar lo metafísico-técnico-científico como horizonte de inteligibilidad de todo y, dice el autor, “buscar, en su lugar, los momentos cuando en la historia ya acontecida relucieron los relámpagos de lo excesivo e indecible, cuya salvaguarda ha recaído en lo poético-pensante” (pp. 38-39). Se trata de potenciar todos los discursos aparentemente vencidos; aquellos discursos que han sido borrados de la historia a causa del prestigio de la razón técnica. Por ello, dice Juanes, “lo que Heidegger propone es una transformación de fondo que le devuelva al hombre el habitar en la tierra” (p. 41).

***

Abordar y tomar postura ante Heidegger siempre será dificultoso, pues en él la sordidez y grandeza se encuentran juntas. Por ello hay quienes lo desechan en conjunto. Pero el libro de Juanes es muy sutil o cuidadoso con el tratamiento de Heidegger. En vez arremeter contra Heidegger cuando los planteamientos de éste se tornan imposibles de seguir, retoma lo que hay de rescatable en el planteamiento y lo reconstruye para hacer que el planteamiento dé más de sí mismo.

De modo que hay párrafos en los que Juanes expone su propia postura pero parece como si fuera la postura de Heidegger. Pero el mérito sería de la reconstrucción hecha por Juanes. Por ello, al final, queda claro para el lector que Heidegger se vuelve un gran pensador sólo si se lo reconstruye críticamente. De otro modo, se volvería un reaccionario de Baviera.

De esta manera, el libro de Juanes resulta ser una invitación a ya no acercarse a Heidegger desde una visión estrictamente heideggeriana, sino —como lo reclama el “autentico” trabajo filosófico— acosando al texto, desechando y replanteando.

Hay que decir, también, que Juanes escribe con su propio lenguaje. Esto es algo que se agradece cuando se leen libros que tratan la obra de Heidegger, cuyos comentaristas o intérpretes sucumben a la mentira —que de tanto repetirla se ha vuelto verdad para ellos— de que Heidegger se lee, entiende e interpreta sólo si se hace en alemán y en sus propios términos. Pero Juanes rechaza escribir de este modo.

Heidegger y la política

Finamente, hay que reconocer en este libro que haya un abordaje del profundo trasfondo político que tiene el pensamiento de Heidegger, aun cuando ello no debería ser un mérito porque, como afirma el propio Juanes, “no se necesita mucho esfuerzo para comprenderlo”. Sin embargo, esta es una cualidad de este ensayo, pues abundan más los intérpretes que desconocen, rehúyen o simplemente niegan la fuerte vena política que atraviesa el pensamiento de Heidegger. Por ello, este libro no estaría completo si no cerrara precisamente con algunas observaciones sobre el nacionalsocialismo de Heidegger.

El abordaje del aspecto político en Heidegger hecho por los intérpretes se divide unilateralmente en dos posturas. Están quienes niegan el nacionalsocialismo de Heidegger y prefieren verlo como un “desliz” que duró un año —mientras él fue Rector de la Universidad de Friburgo en 1933— y cuyos efectos no se verían reflejados en su obra, y, por otra parte, están quienes afirman que en conjunto toda la obra de Heidegger es un cifrado panfleto nazi. Pero la postura de Juanes es más compleja. En vez de afirmar que Heidegger se desentendió del nazismo —como lo hacen sus adoradores—, Juanes insiste en que “el nacionalsocialismo milenarista del espíritu” de Heidegger se extiende después del 45; incluso en estos años, junto con la década de los cincuenta, Heidegger lo que hace es depurar argumentos contra el enemigo americano y soviético, así como preparar un pensamiento futuro (p. 41).

El libro de Juanes es tanto para lectores interesados en Heidegger, como también para aquellos interesados en el tema de la tecnociencia. Este libro puede contribuir a desaparecer ingenuidades, pues la tecnociencia, tal como la conocemos, no puede desarrollar bondades intrínsecas. Lo destructivo de la técnica moderna no se domeñará con buenos propósitos humanos, como una legislación o ética la de la tecnociencia. Intentos que, aunque bien intencionados, no observan el carácter subsumidor o destructivo sobre el que se erige el fundamento que la sostiene.

*Texto que sirvió para la presentación de los Cuardernos del Seminario de la Modernidad. Facultad de Ciencias, 16 de noviembre 2011.



[1] G. Hottois, Historia de la filosofía del Renacimiento a la Posmodernidad, Madrid, Catedra, p. 499.