lunes, 21 de abril de 2014

Sor Juana, la revolución semiótica en la creación barroca

Para Trino
El barroco es el arte de lo “decadente” y lo es porque es el producto de una época de crisis, cuando la vida es imposible de ser vivida.
El siglo XVII novohispano es el siglo que busca una salida frente al impasse, frente a la crisis de no poder reproducir la vida material y cultural. Es un siglo “arrevesado”, porque las salidas en épocas de crisis únicamente pueden plantearse mediante respuestas que funden nuevos códigos contra lo establecido. Y éste es el siglo de Sor Juana, la poetiza de lo barroco. Época de frustración y de encierro, de la imposibilidad de la vida “normal”, de la imposibilidad de lo clásico. “Saltar por encima de la propia sombra”, en esto consiste la trascendencia que busca una creación barroca. En principio, se trata de un hecho realmente imposible, pero en esto radica su tentativa, en ser una revolución inefectiva, efímera; pero revolucionaria de los cánones ya caducos. La salida consiste, entonces, en la creación. Sor Juana es así convocada por la pluma de la vida cultural de la época; es la época la que le exige crear.
Revolucionar el mundo implica hacerlo en la práctica, estableciendo nuevas formas humanas. No obstante, en el ámbito semiótico, la “disolución practica del orden del mundo” se juega en el uso metalingüístico de la semiosis, en la “función poética” del lenguaje. Es en las épocas de transformación de la realidad donde la semiosis lingüística se encuentra en el punto máximo de significatividad, donde ésta se juega en la función poética del lenguaje, aquella función que de entre todas las demás es la que puede plantear salidas; es la única que puede comprender la importancia de una “pirueta mental” y, por ello mismo, puede dar el salto sobre el propio código establecido y trascenderlo mediante una significación perfomativa. La revolución al interior de la vida práctica del lenguaje se da en lo poético al preferir el símbolo helicoidal frente a la frigidez e inercia de lo lineal. Sor Juana se convierte en una revolucionaria. Cansada de lo invivible del mundo, toma la pluma y asesta los tiros en contra del silencio.
Así como la vida tiene su límite en la elección de la muerte,  así también la escritura tiene como límite la elección del silencio. Y en esto radicó la crisis del siglo barroco novohispano: la muerte y el silencio eran dos posibilidades plenamente palpables. Pero para no morir, la parte marginada de la población novohispana, es decir, los indios españolizados y los criollos aindiados, tuvieron que crear un mundo nuevo: el mundo de lo barroco. Este mundo se construyó a partir de dar un nuevo significado a la vida, de revitalizar a la “vida práctica” con la densidad semiótica y de llevar a la práctica la resignificación semiótica del mundo. El trabajo barroco partió de contradecir al economicismo chato y de poner por encima de la “vida material” al aspecto semiótico de la misma. Por ello es barroco, por eso es arrevesado, porque enseña que más importante que la substancia es la forma o mejor aún: enseña que hay momentos límite en que la forma es lo substancial y que lo substancial puede ser un mero accidente.
Lo importante para el siglo barroco no era la vida por sí sola, sino cómo vivirla. Lo importante no era decir la palabra, sino cómo y por qué decirla. Sor Juana tuvo siempre frente a sí la elección del silencio. Pero ésta era una posibilidad impensable porque implicaba la muerte. Había entonces que crear. Sor Juana, la poetiza barroca, empuña el arma, su pluma, para asestar los tiros en contra de la lógica dominante: la muerte absurda, el silencio.
 Hacer de la semiosis una realidad transformativa, ésta era la consigna del barroco. “Vivir la vida incluso en medio de la muerte” (Bolívar Echeverría). Dotar de significado al mundo cuando ya no tiene sentido el mundo mismo e insistir en hacerlo aun cuando ya no tiene sentido intentarlo, todo ello a fin de otorgarle un nuevo código a la caducidad de la realidad, un nuevo código que será irreal pero trascedente de la vacuidad y de la inercia de la realidad real.
La revolución del barroco es transformativa de la realidad caduca porque da significado a la vida novohispana del XVII. Y esto sólo se logra si se tiene una mente “arrevesada”. Buscarle una salida a la realidad implica ser barroco porque se parte del esfuerzo de salir de la lógica impuesta por la realidad, una lógica que es absurda ella misma pero “lógica” a fin de cuentas porque es la que da el ordenamiento al mundo mismo.
“Ingeniárselas para encontrarle salidas al mundo”, esto fue lo que practicó la capa más baja y azotada de la sociedad novohispana. Y este hecho marcó una impronta para el comportamiento latinoamericano posterior. Aquí tiene su razón de ser aquella famosa frase que alardea —casi despectivamente— acerca del “ingenio del mexicano”. El “mexicano” sabe como ingeniárselas para salir al paso de las situaciones límite y ello se debe a su creatividad barroca afincada al menos cuatro siglos atrás. Una creatividad que, sin embargo, hoy está siendo acosada incesantemente por la actitud conservadora y reaccionaria del winner, del businessman “emprendedor” e “innovador”, cuya actitud manda al carajo al mundo entero al otorgarle una apariencia vivificante a la fachada inerte de la sociedad elegante.

Gustavo García