miércoles, 16 de enero de 2013

Reflexiones antediluvianas de Karel Kosik*



En los sesentas, cuentan los maestros, Karel Kosik ingresó a lista de filósofos marxistas heterodoxos que había que leer si es que uno pretendía acceder a un marxismo no-inerte, vivificado. El filósofo checo Karel Kosik se hizo famoso en nuestro país —y ello sólo ocurrió entre los círculos marxistas no-dogmáticos— por la publicación en 1967 de su libro Dialéctica de lo concreto, escrito en checo en 1963 y traducido por el maestro Adolfo Sánchez Vázquez, quien debió hacerlo en esos años a partir de la traducción del checo al italiano, cotejando también la traducción del checo al alemán. Desde entonces, en nuestro país se han publicado de manera dispersa breves ensayos de este autor. Este hecho, sin embargo, no es fortuito.


I
A partir de 1968 y después de 1970, por apoyar la Primavera de Praga, ha Karel Kosik le fue impuesto el silencio absoluto en su país porque fue acusado por las autoridades comunistas de ser un filósofo contrarrevolucionario y acusado también de revisionismo antimarxista. En 1970 dejó de dar clases porque fue expulsado de la Universidad. En 1972 hubo un cateo a su casa y en ese mismo año cayó sobre él una prohibición para recibir apoyos económicos provenientes del extranjero. A partir de 1973 se retiraron sus publicaciones de bibliotecas públicas. En 1975 la policía entró nuevamente a su casa y confiscaron los manuscritos titulados: Sobre la praxis, Sobre la verdad y Supercapital. En suma, más de 1000 páginas inéditas. De 1976 a 1990 no hay datos de su vida. Fue silenciado totalmente.
Las reflexiones de este libro están redactadas entre 1991 y 1997, cuando después de la caída del bloque socialista, Kosik fue reintegrado a la actividad académica, pero, sobre todo, cuando por fin se le permitió escribir y salir del silencio para poder expresar pensamientos realmente profundos y lúcidos, guardados secretamente y madurados forzosamente a lo largo de casi dos décadas. Las 245 páginas que atraviesan el texto se encuentran cargadas de riqueza reflexiva. Pueden tener la seguridad de que leerán a un autor que piensa desde otro nivel, un autor inspirador, lleno de ideas, que está pensando cosas de un manera profundamente radical.
Entre las dos largas décadas de retiro de la vida académica, Kosik estuvo dedicado a trabajar como obrero y como albañil. Se volvió, como dice él, un “populacho indigente”, es decir, nos aclara en estas páginas, alguien cuya herencia de sus padres consiste en la honradez y la dignidad, orgullo de los demócratas; alguien a quien la codicia, la avidez, las cuentas bancarias o el consumismo en los supermercados no le hizo perder la cabeza. Así, Kosik debió refugiarse solitariamente en lo poético-pensante: el territorio del pensamiento crítico, de la poesía, del arte, de la literatura.
Por todo esto, finalmente, después de más de 40 años se publica en México un libro nuevo de Karel Kosik. La editorial Itaca publica ahora Reflexiones antediluvianas, con una edición perfectamente cuidada y con una traducción directa del checo que se nota excelente, realizada por Fernando de Valenzuela, a quien seguramente ya conoce el público porque es también el traductor de Milan Kundera al español.

 Como el título del libro lo dice, se trata de reflexiones, pensamientos. Son meditaciones de un hombre viejo que ronda entre los 65 y 70 años y que ha pasado por todo esto. Son meditaciones para antes de que el diluvio —puesto en marcha desde hace siglos— inunde y ahogue por completo a la humanidad entera. No obstante, Kosik denuncia también el acabamiento de la modernidad. Un sistema que ya no puede ofrecer nada más. Un mundo que en vez de abrir alternativas, se condena a ser la eterna repetición estéril de lo mismo. Se trata de un sistema cerrado, unidimensional, univoco. En contra de esto, Kosik escribe en la primera página de su libro: “la humanidad debería estar atenta para que el tema central del siglo próximo no sea la liquidación del hombre como ser determinado por su relación con lo Abierto”.
Téngase presente que Kosik es alguien que ha debido guardar silencio entre 15 o 20 años, un hombre que fue destituido de su actividad académica por ser un “partidario del pensamiento crítico” —como él mismo se autodefine—. Un hombre censurado por ser un disidente político o libre pensador en los años de los gobiernos de Gustav Husak en Checoslovaquia y de Brezhnev en la Unión Soviética. Un pensador que incluso entre 1943-1945, desde los 17 años, participó en la resistencia en contra de la ocupación nazi-alemana de Praga y que por ello fue arrestado por la Gestapo y recluido seis meses en el campo de concentración alemán de Terensí, un campo de concentración del que ningún judío salía vivo. La de Kosik es una reflexión en la que el narrador está dentro de la historia que cuenta. Es, como se dice en literatura, una narrador intradiegético, un narrador cuya afección y denuncia parte de una historia personal; uno que padece directamente el hecho que quiere denunciar: la época moderna capitalista.
Asimismo, las reflexiones de Kosik, debido a que provienen de un pensador crítico, son inclasificables. El libro está constituido por escritos de diversa índole. Son 17 ensayos compuestos por una cantidad indefinida de reflexiones. En este caso se puede decir lo mismo que Adorno afirmaba sobre Benjamin: Kosik es un pensador cuyas reflexiones son distantes de todas las corrientes intelectuales e ideológicas (así como de todos los “ismos”) de su época, pero están al mismo tiempo en el cruce de todas las rutas. Tal como lo hace el discurso crítico, Kosik se mete en distintos terrenos: filosóficos, literarios, artísticos, políticos, crítica de la cultura o, también, arquitectónicos y urbanísticos. Sus reflexiones sobre la ciudad, por ejemplo, son importantísimas. Kosik descifra la esencia misma de la época moderna leyendo únicamente el diseño y la estructuración de los conglomerados urbanos actuales.
II
Kosik cuenta la historia de la época moderna. Se trata de la historia del ser humano que se libera por fin de toda atadura medieval. Un ser humano que inicialmente quiere afirmar su libertad. No obstante, dice Kosik, esta autoafirmación humana se encuentra acompañada por la voluntad de dominio que proviene del subjetivismo desaforado del Hombre: “Por ello, este grandioso punto de partida moderno está marcado por la ambivalencia: el suyo no sólo tiene la voluntad de ser libre sino que carga también con el afán de dominar a la naturaleza, de convertirse en propietario monopólico y señor” (25). Con ayuda de la ciencia, de la razón, de la economía y de la técnica, el Hombre moderno avanzará con esta voluntad de dominio y se sentirá victorioso y orgulloso de la gran creación de su fabuloso mundo fáustico (Goethe). Pese a todo, dice Kosik, el ser humano se convierte en víctima de su propia desmesura. Se trata de la gran tragedia del Hombre, quien cuando cree que ha ganado, irónicamente ha perdido la apuesta. El hombre moderno ha creado un mundo en el que cree haber triunfado, pero, en realidad, el precio para ganar la vida ha consistido en perderla. “Y este es el engaño y la mentira del sistema planificado y edificado” bajo la figura del Fausto, el arquitecto y constructor del mundo moderno y, a la vez, el destructor del mundo mismo.
A lo largo del libro, Karel Kosik reflexiona acerca de que la historia del ser humano moderno es una tragedia. Una tragedia que consiste en que, cuando el Hombre cree haber triunfado y haber configurado un mundo a su imagen y semejanza, paradójicamente ha sido derrotado por su desmesura y, en cambio, solo ha sido el instrumento que ha creado un mundo según los dictados del Señor oculto, del dictador anónimo, el Supercapital, como le llama Kosik al capitalismo hiperfetichizado.
Pero Kosik decide avanzar aún más. Sabe que la organización de este mundo es aún más compleja. Esta tragedia (drama, comedia, farsa, pantomima —lo que sea—) envuelve por igual a todos sus personajes, ya que no sólo los seres humanos son quienes deben pagar el precio de su hybris. Por ello, para Kosik, resulta insatisfactoria la explicación de Georg Lukács sobre lo qué son las tragedias. Para Lukács —cita Kosik—, “la tragedia es una actuación; una pieza en la que actúan el hombre y el destino; una pieza donde Dios es el espectador. Él sólo es espectador, y nunca se mezcla su palabra ni su gesto con las palabras o los gestos de los que actúan” (25).[1]
Pero Kosik trasciende la explicación de Lukács porque cree que ésta tendría su vigencia hasta antes del ascenso del Supercapital. La época actual no es un Theatrum Mundi visto por Dios. El drama de la época moderna es una farsa en cuyo argumento se han visto implicados no sólo el hombre sino incluso los dioses, quienes se encuentran ahora “destituidos y humillados para atestiguar que el sistema es la única realidad y que carece de alternativas”.
III
¿Qué hacer en contra de este gran Señor oculto que es el funcionamiento? Kosik resume la esencia del ser humano con un “juego de palabras” en el que ya hubiera querido hacerlo Martin Heidegger. Sin embargo, el filósofo de la Selva Negra no hubiera podido hacerlo porque, primero, para colmo suyo, este “juego de palabras” es imposible en alemán, pero, sobre todo, porque Heidegger no está a favor de las luchas sociales. Por ello, en polémica con Heidegger e incluso con Sartre, Karel Kosik afirma: la esencia de la ek-sistencia reside en la re-sistencia. Para Karel Kosik (quien en la Segunda Guerra Mundial logró resistir a la ocupación nazi-fascista de Praga; quien siendo un marxista heterodoxo resistió a la represión del “socialismo real” cuando, en 1968, los países que integraban el Pacto de Varsovia decidieron inundar a Praga con cientos de tanquetas y decenas de miles de soldados; quien después de la caída del bloque socialista, cuando el mundo se tornó unipolar, criticó duramente a las democracias liberales y a la economía globalizada, así como a la “sociedad elegante” y del espectáculo), para él, ek-sistir es re-sistir en contra del devastador dominio de una “normalidad” perversa (119). El ser humano en cuanto ek-sistente es re-sistente en contra de la perdición y del mal (122)[2], resistente en contra de la normalidad, del funcionamiento y de la economía de mercado. De este modo, reivindicar lo humano, en este momento, significa resistir a esta dinámica suicida y aparentemente irrefrenable a la que se dirige progresivamente el mundo entero, con todo y sus Dioses, a pesar del ser humano, y en contra del cielo y de la tierra. Por ello, los seres humanos deben propugnar por el arte de habitar el mundo como una morada poética. Un ser humano que debe vivir abierto al mundo, con el mundo, en el mundo. Se trata de practicar el arte de vivir.
Apartado de todo planteamiento ingenuo y campirano, así como lejos de todo “romanticismo” —en el mal uso de la palabra “romántico”—, Kosik sostiene que la residencia del ser humano en el mundo consiste en roturar la tierra, habitar el paisaje, viviendo en un terruño, fundando mundos y polis, manifestando respeto por lo digno y honrándolo, es decir, perfeccionando la naturaleza, a la vez que el ser humano es perfeccionado por ella, ya sea que todo esto lo haga en forma de dioses, de Dios, o de verdad, bien, coraje, belleza o sabiduría (141).
IV
¿Qué hacer en contra de la marcha aparentemente invencible de este gran dictador anónimo que es el Supercapital? ¿Hay acaso todavía posibilidades para pensar una alternativa liberadora y, si es así, dónde buscarla? Hoy, como en la Primavera de Praga de 1968, la alternativa liberadora está en la imaginación. Como afirmaron los jóvenes parisinos y del mundo entero durante los 60’s: ¡la imaginación al poder! La imaginación hará saltar la chispa y, con ella, la esperanza. “Únicamente —escribe Kosik— la imaginación nos puede liberar de la falta de espiritualidad. El poder liberador proviene de la imaginación creativa” (26). “Si en esta época, en la que el mundo está gravemente amenazado, la imaginación creativa se pone de manifiesto es sólo como protesta y rebelión contra el paradigma dominante, como resistencia ante él” (109). Como Kosik escribe en la última página de este libro: “La imaginación poética despierta la imaginación política” (245).
La crisis profunda de nuestros días no puede solucionarse con el aparato conceptual y explicativo emanado por la época moderna misma. Si queremos pensar, debemos hacerlo con otras categorías. Imaginar significa negar y trascender el sistema actual mediante la composición de otro mundo posible (así define a la imaginación otro gran pensador, Bolívar Echeverría[3]). Para Kosik, las posibilidades liberadoras deben buscarse en una dimensión ausente, en una explicación ausente del mundo sobre cómo romper con la fuerza de este gran dictador anónimo. En ello radica el poder de la crítica, en observar los vacíos dejados de lado por el discurso dominante. En contra del “fin de la historia”, anunciada por varios, Kosik afirma que lo que en verdad ha llegado a su fin es sólo el paradigma moderno carente de posibilidades.
Por ello, se trata de aprender a percibir y a pensar de otro modo. Cerrar los ojos y los oídos y, más bien, aprender a ver y a escuchar de otra forma. Se trata de hacer que nazca una nueva cultura, completamente otra, en la cual haya lugar para la dignidad, la alegría, la sonrisa, la carcajada, el cuerpo, el asombro ante el mundo y la advertencia del cielo infinito, donde haya lugar para la poesía, lo sublime, lo elevado, lo digno, el arte, la phýsis y lo vivificante, y, sobre todo, que haya lugar para la libertad. Liberar al ser humano para que sólo esté “determinado por su relación con lo Abierto” (11). Sea.
V
Kosik es, finalmente, un pensador afín a las auténticas luchas democráticas y sociales. Este libro está escrito en diálogo y, a la vez, en polémica con Karl Marx, Lukács, Martin Heidegger, Levinas, Nietzsche, Schelling, etc. Las discusiones del libro están en polémica con el marxismo, el materialismo, el idealismo o el romanticismo. También Kosik reflexiona en estas páginas con ayuda del arte, por ejemplo, con los Caprichos de Goya. En lo poético, Kosik reflexiona tanto con Hölderlin, Goethe, Sófocles, Dostoievski o Shakespeare, como también reflexiona con la ayuda de los autores checos Franz Kafka, Jaroslav Hasek, Karel Havliek, Bohumil Hrabal, Kundera o el filósofo Jan Patocka, así como con la ayuda de un gran autor del romanticismo que resulta imprescindible para la reflexión de Kosik, el poeta checo Karel Hynek Macha. Por ello, de muchos modos, el libro nos recuerda la riqueza poético-pensante que brota en lengua checa pero que, algunas veces, permanece opacada por la estridencia que se otorga al centrismo de otras lenguas, como la alemana. Así, este libro sirve también de acercamiento a la riqueza que habita en la cultura checa.
Se trata de un libro que habrá que leer si queremos realizar una crítica profunda a la época moderna, a su logocentrismo, a su pensamiento tecno-científico, a su antropolatría, a su capitalismo. Un libro que espera ser leído si es que, con ayuda del pensamiento poético-pensante y con ayuda de la crítica, nos queremos permitir el privilegio de pensar de un modo distinto una habitación humana sobre el mundo.
Gustavo García Conde

*Texto que sirvió de base para la presentación de Reflexiones antediluvianas el día 29 de nov. de 2012 en el CIICH, UNAM

[1] G. Lukács, “Metafísica de la tragedia”, El alma y las formas y la teoría de la novela, México, Grijalbo, 1975, p. 243; “Metaphysik der Tragödie”, Die Seele und die Formen. Essays, Berlín, Fleischel & Co., 1911, p. 327.
[2] Escribe Kosik: “Že člověk jako ek-sistence je re-sistence proti zmaru a zlu”.
[3] Bolívar Echeverría, Valor de uso y utopía, México, Siglo XXI, 1998, p. 193.

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