LA
HISTORIA oficial, la de los “vencedores” y los grandes relatos del pasado,
enseña que los grandes momentos de la historia, tanto sus inflexiones y
coyunturas, como sus transformaciones profundas y radicales, han sido
protagonizadas por los magnánimos
personajes; se complace en narrar las acciones singulares, la de las
valerosas aventuras individuales (caudillos, presidentes, reyes,
conquistadores, etc.) y gusta de las acciones colectivas de gran alcance,
cuando las sociedades (re)fundan sus politicidades (independencias o
revoluciones).
Pero esta vinculación directa —sin mediaciones— entre los grandes personajes,
individuales y colectivos, con las grandes transformaciones históricas, parece
ser falsa y desmedida. Se tiende a creer que son los grandes hombres los que
activan la dinámica histórica: los visionarios, los futuristas, los valientes,
los de espíritu de empresa, los atrevidos, etc. Esta inclinación por los
grandes hombres tiene su origen en un pathos
perverso del ser humano, que sólo pudo propulsarse en la época moderna, cuando
el capitalismo se instaló como centro de gravitación de todos los valores
(valores nuevos que se instalaron en todo
el cuerpo social). Este pathos
perverso nace con una empatía por el vencedor, por el
que tiene la “razón”, por el que ganó la partida, por el dominador, por el winner, por el que las lleva de ganar o, incluso, por los ya privilegiados,
por las clases dominantes, por las que encabezan los metarrelatos imaginarios
(razón por la cual las telenovelas rosas, cuyo protagonistas son personajes
“pudientes”, tienen tanto auge)
Lo anterior tiene pertinencia actual. Los opinadores de la
Televisión anuncian con revuelo que se ha desatado un movimiento estudiantil
iniciado por los estudiantes de la Ibero.
Debido a su falta de presencia anterior, ahora se reconoce con gratitud a los
de la Ibero (Tec, ITAM) el haber tomado
la iniciativa sobre un movimiento que ha llevado a las calles a los estudiantes
de universidades tanto púbicas como privadas.
Sólo quiero insistir en un solo punto. Creo que los
comunicadores de la televisión —que es a partir de donde se organiza la opinión
pública en general— siguen moviéndose por esta empatía por el poderoso. Dicen que son los de la Universidad Iberoamericana
quienes, con el movimiento “Yo soy 132”, están originando avant la lettre la
“Primavera mexicana”.
Pero los “analistas” se equivocan de “sujeto” porque otorgan
iniciativa, convocatoria y planificación a aquellos estudiantes que no dejan de
ser el reflejo de un conjunto de
demandas que con anterioridad llevan elaborando los estudiantes de las
universidades públicas de todo el País (desde la UAM-POLI-UNAM hasta las normales
rurales y escuelas estatales; y no sólo ellos, sino la sociedad en su conjunto).
Desde el 2006, desde el 99, desde el 94, desde el 68 o, incluso, desde antes
(¿desde “siempre”?), los estudiantes de las universidades públicas mantienen
una protesta constante y cuyo costo ha sido muy alto para su reputación, la
cual siempre ha sido golpeada sistemáticamente por el conjunto de medios de
comunicación que tienen el poder de la (des)información. Éstos ven en los
estudiantes de universidades públicas un peligro, un riesgo. Y la mejor defensa
es el ataque. Los medios y los gobiernos arremeten contra ellos cuando han
salido a las calles; los llaman pseudoestudiantes, porros, grilleros; piden su
encarcelamiento o el cierre de sus centros escolares (normales rurales); los
persiguen y los desalojan violentamente o, incluso —so pretexto de que hay vías
de “diálogo” abiertas e instituciones “democráticas” mediadoras de la
discordia— los asesinan sobre el ardiente asfalto de las autopistas que deben
ser resguardadas para el libre tránsito de las mercancías (Ayotzinapan).
Aunque a regañadientes, los medios de comunicación han
reconocido la iniciativa de la Ibero,
pero lo han hecho sólo a causa de esta empatía
por el poderoso. Los medios saben que a los de la Ibero no los pueden castigar ni censurar. Pero, en cambio, de
haberse tratado de protestas provenientes de estudiantes de universidades
públicas la opinión sancionadora de los medios hubiera sido la declaración de
una guerra a muerte.
Por
lo demás, lo importante es que, de ahora en adelante, los estudiantes de las
Universidades (de Todas, sea la que sea) tendrán que trabajar en conjunto, y
con toda la sociedad, si es que quieren contribuir a la transformación de la
realidad de un País que está en la catástrofe y si es que quieren, mediante la
lucha, explorar otra vías de convivencia social —ajenas a las actuales— que
estén en la capacidad de negar y trascender el discurso violento —éste sí,
violento— de la “democracia institucional”. Para tal efecto no se debe dejar a
nadie fuera, sea universitario o no, de una escuela pública o no. Tal como dice
la ya vieja consigna:
♪♫Yo soy el
estudiante
que sí que no el estudiante.
Yo soy el barrendero,
que sí que no el barrendero.
Yo soy el taxista
que sí que no el taxista…♪♫
***
Finalmente, a partir de la
historia oficial, podríamos dar cuatro ejemplos de lo que en las grandes transformaciones
ella ha postulado como los “sujetos de la historia”, sujeto, por supuesto, erróneos:
1) Para la historia
establecida, fueron los criollos del siglo XVIII quienes se encargaron de la
reconstrucción civilizada de la Nueva España. Sin embargo, si cepillamos a contrapelo, observaremos que fueron los indios de la América barroca
del siglo XVI y XVII quienes se encargaron de la refundación de sus mundos y
quienes hicieron posible la vida civilizada después de la barbarie de la
conquista. Espontáneamente y sin ostentar proyectos, fue la población diezmada
de los indios —aquellos que eran considerados animales, carentes de decisiones
e iniciativas y sin un lugar en la historia— quienes ejercieron su sujetidad e hicieron posible la vida
incluso en medio de la muerte.
2) La historia cuenta
que hay “Héroes de la Patria” (Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz etc.). Dice que
ellos hicieron la Independencia. Pero olvida que ellos son sólo el reflejo de
un conjunto de gestiones y acciones políticas que las clases azotadas del
temprano siglo XIX (y XVIII) ya venían realizando subrepticiamente y bajo
represión constante.
3) La historia narra que
la Revolución Mexicana tiene sus héroes institucionales (Madero o Carranza)
pero olvida que fueron los que pedían trabajo,
tierra y libertad quienes en realidad hicieron posible la Revolución.
Zapata y Villa son los caudillos o los personajes visibles que hicieron esto
último, pero incluso debajo de ellos están las poblaciones campesinas, que
serían las que hicieron posible la Revolución pero que, sin embargo, la
historia no les reconoce su autoría (su sujetidad), a menos que sea sólo para
hacer de ellas una curiosidad de moda (como en el caso de la Soldaderas).
4) Incluso, desde los
frentes críticos, el metarrelato marxista acerca de los proletarios como el
sujeto de la revolución ha caído en esto. Ha querido que sean aquellos que
tienen “consciencia de clase” y aquellos que se relacionan con los medios de
producción quienes se encarguen de la Revolución proletaria. Pero han debido
pasar más de 150 años para que se sepa que es cualquier individuo desde
cualquier punto, ya sea con una actitud de resistencia mínima o trascendente,
ya sea pública o en lo privado, pueda estar en la capacidad de explorar otros
vías de vida que no impliquen la enajenación mercantil-capitalista.