jueves, 31 de mayo de 2012

Saltar sobre la propia sombra

Sólo un punto: el movimiento 132 se declara apartidista, es decir, no apoyará algún candidato. Bien (en verdad, bien). Sin embargo, la declaratoria apartidista ha quitado sin querer una de las principales consignas de este movimiento: estar en contra de Peña Nieto (y espero que ello no suceda). Creo que propugnar por un “relativismo” apolítico es única y exclusivamente válido en términos formales, pero propugnar por un relativismo absoluto (contradicto in adiecto) lleva al movimiento a desvanecerse en términos políticos.      
El movimiento 132 se ha visto llevado a una contra-dicción; una contradicción que por cierto no proviene de una deficiencia de los estudiantes, sino que es producto del modo cómo perversamente está organizada la democracia electoral de este país. No se puede ser apartidista en un movimiento que quiere incidir en las elecciones y que para hacerlo tiene los días contados (quizá el poco tiempo que se tiene sea el problema).
Pese a todo, el trasfondo de este impasse proviene en realidad de un núcleo contradictorio: el 132 es (o debiera ser) un movimiento social que apunta a la resistencia pero que pretende incidir en objetivos político-institucionales. Y la resistencia social y la política son dos cosas muy distintas. Por ello, para ser efectivo, el 132 debe platearse en términos radicales.

martes, 29 de mayo de 2012

Mar de fondo


Ante el anuncio de la iberización de la UNAM y la unamización de la Ibero,  creo que el movimiento Yo soy 132 debe ser observado críticamente y no con el ánimo de detractarlo. En efecto, el 132 ha reunido a los estudiantes, sobre todo, universitarios, tanto de universidades privadas como públicas. Eso ya es loable.
Lo que comento a continuación se basa  en la experiencia del mitin-marcha al que se convocó el pasado miércoles 23 de mayo en la Estafa de Luz. Creo que los motivos de protesta o indignación entre las universidades privadas y públicas son completamente distintos. Y esto pudo constatarse en la marcha de la semana pasada.
Estando ya en el Ángel de la independencia, los estudiantes no sabían bien hacia dónde marchar: hacia el Zócalo ó hacia Televisa. Decidieron, finalmente, marchar hacia Televisa en un solo contingente y como un cuerpo único. Estando en Televisa, sin embargo, el contingente se partió espontáneamente.
Los unos se quedaron a realizar un mitin frente a Televisa y los otros, en un contingente ya más reducido, marcharon rumbo al Zócalo. Los primeros eran sobre todo estudiantes de universidades privadas y los segundos de públicas. Y creo que esto es muy significativo porque representa el trasfondo y la perspectiva política que manejan ambos “tipos” de universitarios.
Los estudiantes que permanecieron ante las instalaciones de Televisa, los de las privadas, concentraron sus demandas sobre todo en: 1) un NO rotundo o Peña Nieto; 2) veracidad en los medios de comunicación y 3) que las elecciones permitan un juego democrático efectivo.


Los estudiantes que marcharon hacia el Zócalo (que el sitio de protesta está, en sí mismo, mayormente cargado de significados), los de las públicas, tenían demandas mucho más “vagas” pero más radicales: el NO rotundo se dirigía hacia todos los partidos; se integraron más consignas de las que originalmente se habían convocado (Atenco, educación gratuita —y “primero para el hijo del obrero”—, no a la violencia, liberación de presos políticos, denuncia de los feminicidios, etc.). 


Las demandas de los primeros son sumamente reformistas; apuntan hacia la realización efectiva de una democracia liberal; y el centro de gravitación de sus demandas proviene de una indignación moral. Las demandas de los segundos, aunque más difusas y —si se quiere— utópicas, apuntan hacia algo que tendencialmente puede ser más “revolucionario”, es decir, observan el desgaste profundo de la política actual y la necesidad de su transformación radical (no reformista).
Cuando dos fuerzas distintas se reúnen pueden ocurrir tres cosas: 1) que ambas entren en un juego dialéctico que las lleve a dar más de sí mismas; 2) que sólo una salga fortalecida, lo que implica que la otra se empobrezca; y 3) que ambas se destruyan.
Espero que la reunión de estas dos fuerzas universitarias “distintas” no conduzca ni a la segunda ni, mucho menos, a la tercera de estas posibilidades. La segunda es, sobre todo, mayormente perjudicial para las demandas que “históricamente” han sostenido las universidades públicas; demandas cuya realización exigen un cambio mucho más radical y profundo al que es necesario dirigir todas las fuerzas.
Mañana sesionará el 132 en las Islas de CU y no sabemos aún qué sucederá. Espero, realmente, que suceda la primera de estas tres posibilidades.

jueves, 24 de mayo de 2012

LA HISTORIA OFICIAL Y EL SUJETO REFLEJO: una observación sobre lo que los medios dicen del 132 de la Ibero


LA HISTORIA oficial, la de los “vencedores” y los grandes relatos del pasado, enseña que los grandes momentos de la historia, tanto sus inflexiones y coyunturas, como sus transformaciones profundas y radicales, han sido protagonizadas por los magnánimos personajes; se complace en narrar las acciones singulares, la de las valerosas aventuras individuales (caudillos, presidentes, reyes, conquistadores, etc.) y gusta de las acciones colectivas de gran alcance, cuando las sociedades (re)fundan sus politicidades (independencias o revoluciones).
Pero esta vinculación directa —sin mediaciones— entre los grandes personajes, individuales y colectivos, con las grandes transformaciones históricas, parece ser falsa y desmedida. Se tiende a creer que son los grandes hombres los que activan la dinámica histórica: los visionarios, los futuristas, los valientes, los de espíritu de empresa, los atrevidos, etc. Esta inclinación por los grandes hombres tiene su origen en un pathos perverso del ser humano, que sólo pudo propulsarse en la época moderna, cuando el capitalismo se instaló como centro de gravitación de todos los valores (valores nuevos que se instalaron en todo el cuerpo social). Este pathos perverso nace con una empatía por el vencedor, por el que tiene la “razón”, por el que ganó la partida, por el dominador, por el winner, por el que las lleva de ganar o, incluso, por los ya privilegiados, por las clases dominantes, por las que encabezan los metarrelatos imaginarios (razón por la cual las telenovelas rosas, cuyo protagonistas son personajes “pudientes”, tienen tanto auge)
Lo anterior tiene pertinencia actual. Los opinadores de la Televisión anuncian con revuelo que se ha desatado un movimiento estudiantil iniciado por los estudiantes de la Ibero. Debido a su falta de presencia anterior, ahora se reconoce con gratitud a los de la Ibero (Tec, ITAM) el haber tomado la iniciativa sobre un movimiento que ha llevado a las calles a los estudiantes de universidades tanto púbicas como privadas.
Sólo quiero insistir en un solo punto. Creo que los comunicadores de la televisión —que es a partir de donde se organiza la opinión pública en general— siguen moviéndose por esta empatía por el poderoso. Dicen que son los de la Universidad Iberoamericana quienes, con el movimiento “Yo soy 132”, están originando avant la lettre la “Primavera mexicana”.
 Pero los “analistas” se equivocan de “sujeto” porque otorgan iniciativa, convocatoria y planificación a aquellos estudiantes que no dejan de ser el reflejo de un conjunto de demandas que con anterioridad llevan elaborando los estudiantes de las universidades públicas de todo el País (desde la UAM-POLI-UNAM hasta las normales rurales y escuelas estatales; y no sólo ellos, sino la sociedad en su conjunto).


Desde el 2006, desde el 99, desde el 94, desde el 68 o, incluso, desde antes (¿desde “siempre”?), los estudiantes de las universidades públicas mantienen una protesta constante y cuyo costo ha sido muy alto para su reputación, la cual siempre ha sido golpeada sistemáticamente por el conjunto de medios de comunicación que tienen el poder de la (des)información. Éstos ven en los estudiantes de universidades públicas un peligro, un riesgo. Y la mejor defensa es el ataque. Los medios y los gobiernos arremeten contra ellos cuando han salido a las calles; los llaman pseudoestudiantes, porros, grilleros; piden su encarcelamiento o el cierre de sus centros escolares (normales rurales); los persiguen y los desalojan violentamente o, incluso —so pretexto de que hay vías de “diálogo” abiertas e instituciones “democráticas” mediadoras de la discordia— los asesinan sobre el ardiente asfalto de las autopistas que deben ser resguardadas para el libre tránsito de las mercancías (Ayotzinapan). 


Aunque a regañadientes, los medios de comunicación han reconocido la iniciativa de la Ibero, pero lo han hecho sólo a causa de esta empatía por el poderoso. Los medios saben que a los de la Ibero no los pueden castigar ni censurar. Pero, en cambio, de haberse tratado de protestas provenientes de estudiantes de universidades públicas la opinión sancionadora de los medios hubiera sido la declaración de una guerra a muerte.
Por lo demás, lo importante es que, de ahora en adelante, los estudiantes de las Universidades (de Todas, sea la que sea) tendrán que trabajar en conjunto, y con toda la sociedad, si es que quieren contribuir a la transformación de la realidad de un País que está en la catástrofe y si es que quieren, mediante la lucha, explorar otra vías de convivencia social —ajenas a las actuales— que estén en la capacidad de negar y trascender el discurso violento —éste sí, violento— de la “democracia institucional”. Para tal efecto no se debe dejar a nadie fuera, sea universitario o no, de una escuela pública o no. Tal como dice la ya vieja consigna: 

♪♫Yo soy el estudiante
que sí que no el estudiante.
Yo soy el barrendero,
que sí que no el barrendero.
Yo soy el taxista
que sí que no el taxista…♪♫



***
Finalmente, a partir de la historia oficial, podríamos dar cuatro ejemplos de lo que en las grandes transformaciones ella ha postulado como los “sujetos de la historia”, sujeto, por supuesto, erróneos:
1) Para la historia establecida, fueron los criollos del siglo XVIII quienes se encargaron de la reconstrucción civilizada de la Nueva España. Sin embargo, si cepillamos a contrapelo, observaremos que fueron los indios de la América barroca del siglo XVI y XVII quienes se encargaron de la refundación de sus mundos y quienes hicieron posible la vida civilizada después de la barbarie de la conquista. Espontáneamente y sin ostentar proyectos, fue la población diezmada de los indios —aquellos que eran considerados animales, carentes de decisiones e iniciativas y sin un lugar en la historia— quienes ejercieron su sujetidad e hicieron posible la vida incluso en medio de la muerte.
2) La historia cuenta que hay “Héroes de la Patria” (Hidalgo, Morelos, Josefa Ortiz etc.). Dice que ellos hicieron la Independencia. Pero olvida que ellos son sólo el reflejo de un conjunto de gestiones y acciones políticas que las clases azotadas del temprano siglo XIX (y XVIII) ya venían realizando subrepticiamente y bajo represión constante.
3) La historia narra que la Revolución Mexicana tiene sus héroes institucionales (Madero o Carranza) pero olvida que fueron los que pedían trabajo, tierra y libertad quienes en realidad hicieron posible la Revolución. Zapata y Villa son los caudillos o los personajes visibles que hicieron esto último, pero incluso debajo de ellos están las poblaciones campesinas, que serían las que hicieron posible la Revolución pero que, sin embargo, la historia no les reconoce su autoría (su sujetidad), a menos que sea sólo para hacer de ellas una curiosidad de moda (como en el caso de la Soldaderas).
4) Incluso, desde los frentes críticos, el metarrelato marxista acerca de los proletarios como el sujeto de la revolución ha caído en esto. Ha querido que sean aquellos que tienen “consciencia de clase” y aquellos que se relacionan con los medios de producción quienes se encarguen de la Revolución proletaria. Pero han debido pasar más de 150 años para que se sepa que es cualquier individuo desde cualquier punto, ya sea con una actitud de resistencia mínima o trascendente, ya sea pública o en lo privado, pueda estar en la capacidad de explorar otros vías de vida que no impliquen la enajenación mercantil-capitalista.

miércoles, 9 de mayo de 2012

8 de mayo de 1945: Heidegger y el final de la Segunda Guerra Mundial


Refugiado en un castillo al sur de Alemania, propiedad de una adinerada familia de la realeza, y sofocado por las circunstancias personales en las que se encuentra, así como agobiado por los hechos devastadores por los que atraviesa la historia mundial, Heidegger es arrobado por un impulso que lo obliga a llevar a cabo la meditación a través de la escritura de diálogos. Emulando aquella manera de reflexión practicada por Platón —de la que inmediatamente se desentendió la filosofía, optando ésta por el siempre certero  y bien "razonado" tratado filosófico—, Heidegger se dedica en esos días a experimentar en el ejercicio literario-filosófico —poético-pensante, le llame él—, el cual le permite reflexionar con mayor profundidad que si lo hiciera en un estudio filosófico tradicional. Heidegger logra escribir algunos diálogos. Uno de ellos son las Conversaciones nocturnas entre un joven y un viejo en un campo de concentración en Rusia.[1] 

   Los personajes ficticios que Heidegger imagina en estas inquietantes conversaciones, un joven y un viejo, representan a dos soldados alemanes que han caído presos en un campo ruso de prisioneros de guerra. Poco antes del anochecer, después de la jornada de trabajo, los protagonistas de este relato de Heidegger discurren sobre la devastación del mundo, mientras que detrás de alambrada de púas ellos se encuentran encerrados entre los muros de una barraca pero ante la “libertad” que les provoca algo salvífico (Heilsam) procedente del susurro del bosque inmenso de Rusia.

En completo contraste con el tono firme y aguerrido de algunos escritos anteriores a la Segunda Guerra, en los que Heidegger expresa confianza segura y apoyo abierto a la Alemania nacionalsocialista [2], este peculiar texto de 1945 refleja la perturbadora depresión que su autor cruzaba por esos días. [3] Temeroso ante el futuro por el fracaso de las “esperanzas” depositadas en aquel “movimiento”, se trata ahora de un pensador afligido, decepcionado, trastornado y derrotado que, frente a la catástrofe de la Segunda Guerra y en vez de admitir la barbarie nazi, prefiere pensar una maldad intrínseca en el decurso de la historia al suponer en estos diálogos, mediante uno de sus personajes —el joven—, que “quizá, en la esencia de su fundamento, el Ser sea maligno”. [4]



Del grueso de este texto literario-filosófico, quisiera destacar únicamente la frase con la que, precisamente el mismo día en que Alemania firmó su capitulación, Heidegger da por terminado su escrito:
Castillo Hausen en el Valle del Danubio, el 8 de mayo de 1945,
el día en que el mundo festejó su victoria,
aún sin haber reconocido que ya desde hace
siglos es la víctima de su
propia sublevación.

Este tono resentido de Heidegger es revelador pero impreciso. Con desagrado acepta la victoria de los países Aliados y, con ella, el triunfo de su “visión de mundo”, pero la desvirtúa por considerarla superficial o de segundo orden. En efecto, sólo unos años antes, en los cursos universitarios que dicta, Heidegger había expresado su rechazo abierto tanto al mundo “anglosajón del americanismo” como al mundo “soviético del comunismo”; proyectos de mundo que estaban decididos a aniquilar Europa. La auténtica preocupación de Heidegger —rayana en la paranoia— por la técnica moderna y su relación con lo político, tuvo lugar en los años previos a la Segunda Guerra Mundial y durante ella; justamente cuando, para el filósofo, el Nacionalsocialismo representaba la única alternativa en contra de estas dos fuerzas metafísicas —mal llamada políticas, según Heidegger—  que se disputaban el poder mundial y que atenazaban a Alemania. El ascenso de la “noche más larga de la historia” estaba encabezado por la imposición del mundo industrializado y técnico. EEUU y Rusia representaban este mundo que entronizaba al ente desde la forma de la verdad de la técnica.


  Por ello, para Heidegger, esta “victoria” bélica de los países aliados sería intrascendente y representaría un éxito sólo para el revuelo de la “opinión pública” que afirmaba el triunfo de las “fuerza del bien” sobre las del mal. De este modo, lo  realmente relevante no consistiría en admitir esta “victoria”, sino en reconocer una derrota anterior, más “esencial”, supone Heidegger, causada por una previa sublevación del hombre, la cual sin embargo permanecía desconocida para la humanidad entera. ¿Cuál fue esta sublevación y frente a qué se sublevó el hombre? Heidegger dice que esta sublevación ocurrió hace siglos, pero ¿se trata de unos cuantos siglos o decenas de ellos? El hombre, para Heidegger, habría extraviado su sentido desde lo más inicial de los tiempos, pero sólo se sublevó cuando en la modernidad se enseñoreó como dueño del Ser. Seguramente, Heidegger se refiere tanto a esta sublevación moderna, antropocéntrica y antropolátrica, como también se refiere a una sublevación inicial (anfänglich) que ocurriera hace milenios: la que hunde sus raíces en el olvido del Ser, el cual comienzó en los tiempos más tempranos de la historia, y a partir de la cual tendrían su "origen" y "causa" todos los problemas y catástrofes cotidianas en el ámbito óntico. Para Heidegger, la destrucción entera del mundo sólo ha sido posible por una devastación ontológica.   
Además, Heidegger nos deja ver que los seres humanos serían víctimas de una de las mayores ironías del Ser. Mientras que todos festejarían la victoria de las fuerzas aliadas, ese mismo hecho representaría el hundimiento total de la humanidad en una historia de catástrofe y devastación —en la que nos encontraríamos— y que habría venido con el ascenso de la técnica moderna. Esta sería la auténtica ironía que el Ser preparaba para el hombre. Se trata de una paradoja para el Ser humano, aquel que “no hace más que dar vueltas por todas parte alrededor de sí mismo en cuanto animal rationale”.  
Por ello, en otro texto anterior Heidegger escribe:

Por eso, tal guerra ya no admite “vencedores y vencidos”; todos devienen esclavos de la Historia del Ser, para la cual, desde el inicio, ellos se encuentran demasiado pequeños y por ello han sido constreñidos en la guerra.[5]


Esta sería la historia de la humanidad entera: una historia de esclavos del Ser.  A este grado llega la desesperación de Heidegger. Puede decirse que la explicación histórico-ontológica de Heidegger sobre la devastación es impecable. Sin embargo, no hay forma de explicar atrocidades humanas como si fueran provenientes de la voluntad del Ser. Pero Heidegger se equivoca. Son estas afirmaciones las que dan forma al metarrelato heideggeriano. Culpa al Ser de la catástrofe metafísica, que es tanto como culpar a Dios del conjunto de los pecados del ser humano a causa del libre albedrío que concedió a éstos.




[1] M. Heidegger, “Abendsgespräch in einem Kriegsgefangenenlager in Ruβland zwischen einem Jüngeren und einem Ältern”, Feldweg-Gespräche (1944-45), GA, vol. 77, Frankfurt am Main, Vittorio Klostermann, 1995, pp. 205-245.
[2] Me refiero a dos textos ejemplares que incluso alcanzan la forma de panfleto político: “Das Ende der Neuzeit in der Geschichte des Seyns” y τò χοινόν. Aus der Geschichte des Seyns”, ambos en Die Geschichte des Seyns, GA, vol, 69.
[3] En esta puesta en escena, nuestro autor proyecta las preocupaciones que tenía depositadas en sus hijos, quienes en esos momentos y en la vida real se encontraban presos en Rusia al ser capturados como soldados alemanes. Sobre este tema y la depresión por la que atravesaba Heidegger, vid.  las cartas de M. Heidegger a Elfride Petri del 11 y 23 de marzo y 3 de abril de 1945.
[4] M. Heidegger, “Abendgespräch in einem Kriegsgefangenenlager…”, Feldweg-Gespräche, GA, vol. 77, pp. 215 y ss.
[5] M. Heidegger, Die Geschichte des Seyns, GA, vol. 69, p. 209. "Deshalb läβt solcher Krieg nicht mehr »Sieger und Besiegte« zu; alle werden zu Sklaven der Geschichte des Seyns, für die sie von Anfang an zu klein befunden und daher in den Krieg gezwungen wurden".