El escritor Marshall Berman
murió el pasado miércoles a los 72 años, debido a un infarto, en su natal Nueva
York, informó la prensa estadunidense. También fue filósofo y docente,
reconocido por sus trabajos sobre economía, arte y cultura los cuales fueron
influidos por su temprano acercamiento a la obra de Carlos Marx.
Nació en el Bronx y realizó
sus estudios profesionales en la Universidad de Columbia, la de Oxford, en
Inglaterra, y la de Harvard. Fue catedrático en Stanford, Nuevo México, Harvard
y la New School.
Como ensayista, decía que los
libros nacen de un impulso vital. Abarcó temas de arquitectura filosofía,
música y sociología.
Una de sus trabajos que más
entusiasmó a sus lectores es One hundred years of spectacle: a cultural
history of Times Square. título en homenaje a Gabriel García Márquez.
Sin quererlo, Marshall Berman
se metió en los laberintos en que se encerró Walter Benjamin al tratar de
escribir un ensayo definitivo sobre la cultura moderna usando los primeros
centros comerciales de París como pretexto. Berman, a diferencia de Benjamin,
no tiene lugar para el Apocalipsis, no cree gran cosa en la desesperación.
Quizá su confianza en el trabajo de los hombres le ayude a no dejar inconclusa,
como Benjamin, su obra, escribe Francisco Carballo en una semblanza del autor,
publicada en La Jornada Semanal, en 2002.
Añade que Berman representaba
“un caso anómalo en el mundo de la academia. Supo romper con pleno desenfado la
rígida división que separa las aulas y pasillos universitarios de las avenidas
y las aglomeraciones de la ciudad. Lo mismo toma el pulso de la ciudad en las
discusiones, en las charlas universitarias, que completa el conocimiento
erudito escuchando con atención los murmullos que animan las calles, los
parques, el Metro de Nueva York. Las preferencias intelectuales de Marshall se
reducen tan sólo a unos cuantos nombres: Platón, Aristóteles, San Agustín,
Maquiavelo, Rousseau, Goethe, Dostoievski y muy pocos más. Weber y Freud son
los últimos clásicos que acepta en su Panteón Personal. Carlos Marx es un caso
aparte. Descubrió por casualidadLos manuscritos económico filosóficosde
1844 del joven Marx en una edición barata que la Editorial Progreso de Moscú
vendía en el mero corazón del imperio. Marshall leyó el libro de pie, en la
librería. Gastó sus ahorros al comprar todos los ejemplares que quedaban. Pensó
que el amor recién adquirido valía la pena compartirlo con sus seres queridos y
repartió ejemplares por el Bronx. Desde entonces se dedica a que los clásicos
lleguen a las calles”.
José Luis Paredes Pacho (ex
baterista de La Maldita Vecindad) recordó que cuando el grupo tocó por primera
vez en Nueva York, en 1992, “dimos una entrevista al semanarioVillage Voice, intentaba
explicar qué era nuestra música, de dónde veníamos, qué sucedía en el México de
entonces, cité, como siempre a fray Servando Teresa de Mier, además de Marshall
Berman, a quien dedicamos el primer disco de La Maldita Vecindad. De pronto, el
periodista me interrumpió para contarme que lo había conocido durante las
revueltas de Tompkins Square, que a él le había tocado cubrir para el
semanario. Entusiasmado, le pregunté si me podía conseguir su teléfono. Le
marqué a Berman y le hablé como si nos conociéramos, como si estuviéramos
representando un pasaje más de su artículo Las señales de la calle”.
En su primera visita a México,
ofreció una entrevista a La Jornada (27/07/02), realizada por
la reportera Tania Molina, en la que llevaba la playera negra con la imagen del
disco El circo, de La Maldita:La música es un tema importante
en mi vida. Nunca he podido tocar un instrumento, lo cual me entristece, pero
trato de escribir sobre la música, y me conmueve que los que tocan en bandas
(en específico se refiere a Pacho Paredes, baterista de La Maldita Vecindad)
puedan encontrar que les ayude algo en lo que escribo”, señaló entonces.
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