viernes, 20 de septiembre de 2013

El derecho a la protesta: el caso de la CNTE*

Por Liliana Mejía Velázquez
Desde hace días, la presencia en la Ciudad de México de movilizaciones y protestas  de la Coordinadora Nacional de Trabajadores  de la Educación (CNTE), escisión del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), ha suscitado en la sociedad capitalina una serie de viejas preguntas, envueltas en el velo de la crispación y la polarización, y en las que los argumentos jurídicos y políticos se tocan y se confunden: ¿existe  el justo medio entre el derecho a la manifestación y el derecho a la libertad de tránsito? Si existe, ¿cuál es? ¿Hay prevalencia de uno sobre otro? ¿Cuál es el uso del espacio público?
La Constitución Mexicana, desde su versión de 1824 (incluso desde Los Sentimientos de la Nación, fundamento del espíritu de la máxima norma nacional), es promotora de las libertades del ciudadano. Una de las bases fundamentales del Estado es garantizar las libertades individuales y sociales del individuo; entre ellas, la libertad de expresión y de asociación, fundamentadas en los artículos sexto y noveno de la Carta Magna: todos tenemos el derecho a expresar lo que pensamos; de asociarnos y manifestarnos en el espacio público. Ambas garantías individuales (derechos humanos) son una pieza clave para las sociedades contemporáneas.
Entonces, ¿dónde termina el derecho a la protesta de los maestros? ¿Es necesario, como promueve un sector de los medios de información y de la clase media capitalina, hacer uso de la fuerza pública para reprimir o contener las movilizaciones? Mientras la protesta suceda en términos establecidos por la ley, no hay marco jurídico para ejercer ningún acto represivo. Me explicaré.
El artículo 9º de la Constitución dice:

No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto, a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee.

En el artículo 15º de la Convención Americana de Derechos Humanos, a la cual México está suscrito, se  reconoce el derecho a la reunión pacífica sin armas. El ejercicio de tal derecho sólo puede estar sujeto a las restricciones previstas por la ley.
Más allá de estar a favor o en contra de las posturas y pretensiones sociales y políticas del movimiento magisterial, se debe privilegiar el derecho a la participación  política del ciudadano. No se debe perder de vista que una marcha, ocupación o bloqueo es sólo un síntoma del problema. Los miembros de la CNTE se manifiestan en contra de la evaluación a su desempeño laboral, recientemente incluida en la Reforma de Educación propuesta por el Ejecutivo Federal al principio de su gestión. Al no tener los medios de discusión y debate adecuados se volvió inminente la ocupación de las calles, primero, en la ciudad de Oaxaca y, después, en la capital de la República. Según un comunicado publicado por Artículo 19, organización mundial dedicada a la defensa y promoción de la libertad de expresión, el problema radica en el acceso a los canales de información:

Quienes se manifiestan de una u otra manera se encuentran excluidos, aun siendo grupos con intereses creados, son evidencia de lo precario del sistema político de diálogo asimétrico: ni todos pueden entrar al diálogo ordenado ni todas las consignas “importan”, así protestar se convierte en una forma de deliberar.1

Al no tener otra manera para ser escuchados, los maestros optaron por el uso del espacio público. Fue entonces cuando algunos sectores de la ciudadanía mostraron su repudio al movimiento magisterial. Argumentaron que sus derechos de tránsito habían sido violentados. Sin embargo, un bloqueo vehicular impide un fácil desplazamiento de los automovilistas por las calles, pero, en ningún momento, los afectados fueron ni han sido maniatados o “secuestrados”, o se les ha impedido llegar caminando a su destino.
La ciudadanía al ver trastocada su comodidad se ampara en el artículo décimo primero de la Constitución (en el que se garantiza el libre tránsito), a fin de denostar y atacar las movilizaciones ciudadanas. No podemos olvidar que la calle es el lugar público por antonomasia, es el espacio de convivencia; es, pues, un lugar de todos.
Reprimir la movilización o reservar lugares específicos para ella es, en todo sentido, anti-democrático. Don Mitchell, investigador de la Universidad de Stanford, lo explica muy claro cuando dice: “controlar la geografía de la expresión (dónde se dice), es controlar la expresión misma (qué se dice)”[2]. Por ello, la vía pública es, antes que nada, el espacio del diálogo y deliberación ciudadana: privilegiar el tránsito vehicular por encima de la manifestación social sería un retroceso en los derechos civiles. En todo caso, el Estado debe ser garante de la libertad de expresión y manifestación de los ciudadanos.
No debemos olvidar que la movilización ciudadana sólo es un síntoma o una expresión del problema real. En un país en el que 60 millones de habitantes (más de la mitad de la población) viven en situación de pobreza sería absurdo aspirar a la ausencia de protesta, la cual tiene mucho terreno de legitimidad. Es más violenta, y más agresiva, la  asimétrica distribución de la riqueza y el acceso a la educación (en Oaxaca, base de la sección 22, parte fundamental de la CNTE, el porcentaje de analfabetismo es de más del doble del promedio nacional, según el INEGI) que cualquier marcha, bloqueo o protesta en cualquier ciudad del país.

Bibliografía.
- Artículo 19, Altoparlante:Regular manifestaciones, mala idea, Animal Político.
- Carbonell, Miguel, Libertad de asociación y  de reunión en México, Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas:
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, TEXTO VIGENTE, DOF (19-07-2013) http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.pdf
- Dondé Matute, Javier, El tema del derecho a la manifestación, últimamente, ha causado polémica en la Ciudad de México, Instituto Nacional de Ciencias Penales

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[2] Mitchell, Don, The Liberalization  of The Free Speech: Or, How Protest un Public Space is Silenced. http://agora.stanford.edu/agora/volume4/mitchell.shtml

viernes, 13 de septiembre de 2013

Muere Marshall Berman; rompió "la rígida división" entre las aulas y la calle*

El escritor Marshall Berman murió el pasado miércoles a los 72 años, debido a un infarto, en su natal Nueva York, informó la prensa estadunidense. También fue filósofo y docente, reconocido por sus trabajos sobre economía, arte y cultura los cuales fueron influidos por su temprano acercamiento a la obra de Carlos Marx.
Nació en el Bronx y realizó sus estudios profesionales en la Universidad de Columbia, la de Oxford, en Inglaterra, y la de Harvard. Fue catedrático en Stanford, Nuevo México, Harvard y la New School.
Como ensayista, decía que los libros nacen de un impulso vital. Abarcó temas de arquitectura filosofía, música y sociología.
Una de sus trabajos que más entusiasmó a sus lectores es One hundred years of spectacle: a cultural history of Times Square. título en homenaje a Gabriel García Márquez.
 Un caso anómalo
Sin quererlo, Marshall Berman se metió en los laberintos en que se encerró Walter Benjamin al tratar de escribir un ensayo definitivo sobre la cultura moderna usando los primeros centros comerciales de París como pretexto. Berman, a diferencia de Benjamin, no tiene lugar para el Apocalipsis, no cree gran cosa en la desesperación. Quizá su confianza en el trabajo de los hombres le ayude a no dejar inconclusa, como Benjamin, su obra, escribe Francisco Carballo en una semblanza del autor, publicada en La Jornada Semanal, en 2002.
Añade que Berman representaba “un caso anómalo en el mundo de la academia. Supo romper con pleno desenfado la rígida división que separa las aulas y pasillos universitarios de las avenidas y las aglomeraciones de la ciudad. Lo mismo toma el pulso de la ciudad en las discusiones, en las charlas universitarias, que completa el conocimiento erudito escuchando con atención los murmullos que animan las calles, los parques, el Metro de Nueva York. Las preferencias intelectuales de Marshall se reducen tan sólo a unos cuantos nombres: Platón, Aristóteles, San Agustín, Maquiavelo, Rousseau, Goethe, Dostoievski y muy pocos más. Weber y Freud son los últimos clásicos que acepta en su Panteón Personal. Carlos Marx es un caso aparte. Descubrió por casualidadLos manuscritos económico filosóficosde 1844 del joven Marx en una edición barata que la Editorial Progreso de Moscú vendía en el mero corazón del imperio. Marshall leyó el libro de pie, en la librería. Gastó sus ahorros al comprar todos los ejemplares que quedaban. Pensó que el amor recién adquirido valía la pena compartirlo con sus seres queridos y repartió ejemplares por el Bronx. Desde entonces se dedica a que los clásicos lleguen a las calles”.
José Luis Paredes Pacho (ex baterista de La Maldita Vecindad) recordó que cuando el grupo tocó por primera vez en Nueva York, en 1992, “dimos una entrevista al semanarioVillage Voice, intentaba explicar qué era nuestra música, de dónde veníamos, qué sucedía en el México de entonces, cité, como siempre a fray Servando Teresa de Mier, además de Marshall Berman, a quien dedicamos el primer disco de La Maldita Vecindad. De pronto, el periodista me interrumpió para contarme que lo había conocido durante las revueltas de Tompkins Square, que a él le había tocado cubrir para el semanario. Entusiasmado, le pregunté si me podía conseguir su teléfono. Le marqué a Berman y le hablé como si nos conociéramos, como si estuviéramos representando un pasaje más de su artículo Las señales de la calle”.
En su primera visita a México, ofreció una entrevista a La Jornada (27/07/02), realizada por la reportera Tania Molina, en la que llevaba la playera negra con la imagen del disco El circo, de La Maldita:La música es un tema importante en mi vida. Nunca he podido tocar un instrumento, lo cual me entristece, pero trato de escribir sobre la música, y me conmueve que los que tocan en bandas (en específico se refiere a Pacho Paredes, baterista de La Maldita Vecindad) puedan encontrar que les ayude algo en lo que escribo”, señaló entonces.


*Publicado por Mónica Mateos-Vega en La Jornada (13.09.2013):

martes, 10 de septiembre de 2013

El infomercial de Peña Nieto*



Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch

El infomercial (que no informe presidencial) de Enrique Peña Nieto del lunes pasado, fue un costoso, superfluo relleno, un trámite innecesario que ni siquiera decepcionó porque no suponía ninguna posibilidad de promesa cumplida o ilusión. Fue un farragoso canto a la mediocridad y sí, lo vi. Sí, enterito, hasta con el intragable postre de los comentarios de los decidores de noticias, esos criaditos de la cortesanía televisiva que, como en el cuento, sostienen la larga, imaginaria cola del traje del emperador, y trataron de explicarnos, pacatos, lo obvio, buscando la minucia en el hueco. Con ceño fruncido quisieron encontrar entresijos, lectura entre renglones de un acto plano, aburrido, predecible y ensayado.
Fue un infomercial hecho, claro, para la televisión. Cada seis o siete segundos Peña, bien aleccionado por sus asesores de imagen televisiva –¿es que acaso hay otra en el México moderno?–, posiblemente sacados de las huestes de sus principales madrinas Televisa y TV Azteca, miraba no al grave público (cuánto arribista logrero, cuánto parásito reciclado, cuánto ganapán buscando el saludo, la palmada, el abrazo falso, la sonrisa de utilería, la aparente cercanía que en realidad no va a existir nunca) que asistió a su discurso en aquel auditorio portátil montado en un patio de la residencia presidencial de Los Pinos, sino a la cámara, a cuadro, a la pantalla de la tele de quienes lo sintonizamos allende su miedo.
Siempre atento a qué cámara estaba activa, Peña estaba, de facto, en un foro de televisión. Podía, tan acicalado y profesional, ser un decidor de noticias de esos que a diario le besuquean las suelas. Me llamó la atención que, a pesar de continuos tropezones de dicción –cosa por demás predecible en alguien que: 1. presenta su primer informe de presunto gobierno en un país que se le desmorona todos los días y en el que bien sabe que muchos no lo queremos ni lo aceptamos como presidente y 2. no es famoso precisamente por sus abundantes lecturas y por ende es incapaz de socorrer un vocabulario rico que le permita giros retóricos, audaces improvisaciones discursivas o simples alardes de agilidad mental. Sin embargo, logró hilar por espacio cercano a una hora un discurso más o menos inteligible –si pasamos por alto la espesa demagogia del contenido–, aunque pude observar que cada que citaba cifras acusaba síncopas del ritmo. Supongo que porque estaba estrenando tecnología para que no le hiciéramos burla sus detractores con el teleprompter que, si estuvo allí, bien se guardaron los camarógrafos de jamás hacerle un delator encuadre. Sospecho yo, que vivo aquejado de sospechosismos, que usó algo parecido al “chícharo” que usan, otra vez, sus contlapaches decidores de noticias. Eso, o ha estado trabajando la mnemotecnia.
En el infomercial de sus primeros nueve meses de ese engendro que llama gobierno, el medio fue el mensaje. Cuánta pre y postproducción televisiva, qué bárbaros, qué bonito trabajo, con escenas a modo con cada frase del señor que ocupa esa silla que no es suya, qué bien imbricados los cortes con los spots promocionales de su infomercial, qué bien hechas las locaciones y los maquillajes y las caracterizaciones de ésos que aparecieron como mexicanos contentos y satisfechos, para que luego no digamos que nuestros impuestos no trabajan.
Qué bonitos, continuos, oportunos y bien cronometrados encuadres a la guapa familia del señor Peña, su fotogénica esposa, sus bonitas hijas – allí la que tacha a los detractores de su papi de “prole”. Qué bonito todo. Los palurdos aplaudidores, qué bien vestidos y rigurosos en su uniforme gris, monocromático, de corbata y gomina y bien ceñidos gestos con que disimular el bostezo. Bueno, casi todos, porque algún tarugo se durmió.
Cuántos augurios, cuántas cosas bonitas en el infomercial, cuántas alusiones a un país que debe ser Finlandia. O Disneylandia. Qué fácil simplemente no mencionar los doce mil seiscientos asesinados en su gestión, qué sencillo decir que los homicidios dolosos, por decreto, se han reducido. Bien, señor Peña, que se chinguen la realidad cotidiana y sus pinches agoreros. Qué bonita frase esa declamada por el señor Peña con aplomo de plomo: “Atrevámonos a dar un gran salto hacia nuestro desarrollo.” Aunque por más que busco, “desarrollo” sigue sin ser sinónimo de “abismo”.
Qué bonita frase suya: “Tenemos una democracia madura.” Y ahora entiendo que madurez democrática es una tarjeta Monex, un monedero de Soriana. Y no perderse Sabadazo.
Ni tener vergüenza.

*Publicado en: La Jornada Semanal. http://www.jornada.unam.mx/2013/09/08/sem-moch.html