Desde hace algunos días
estoy leyendo la fabulosa novela Guerra
en El paraíso de Carlos Montemayor. Y precisamente ayer, que fue el Día del
Ejército, estaba leyendo la páina 372 en la que me encontré con las siguientes líneas:
A los campesinos que
detiene el ejército los están matando. Los golpean, los torturan. Luego los
suben en helicópteros y los arrojan vivos al mar, o a los cerros, o o los
entierran vivos. Por eso dicen con burla que los mandan de marineros, de
aviadores, de mineros. Eso hacen ahora. Y en el cuartel de Atoyac hacen zanjas y
ahí acuestan a muchos, vivos, atados de las manos, y luego les echan tierra con
máquinas y emparejan el piso, para que no se note que a todos los mata el
ejército asesino. Y en otros lugares los meten en sacos y les echan calibra, mientras
están vivos, hasta que mueren.
Ayer
salieron Peña Nieto y el Gral. Cienfuegos a defender la honorabilidad del ejército.
Pero no hay que olvidar que el Ejército Nacional desde la Revolución a la fecha
sólo ha combatido a la propia población nacional. Los ejércitos no fueron
creados para hacer la “guerra interna”, sino para defender a las naciones de
las amenazas extranjeras. Pero en México sucede lo contrario. Son ya 100 años en
que el ejército sólo ha combatido a los mexicanos, a la población nacional; trátese
de guerrilla, de grupos disidentes o de narcotraficantes, ésta es población
nacional.
El libro
de Carlos Montemayor es importantísimo porque si bien es cierto que el tema
principal trata de la guerrilla de Lucio Cabañas, también es muy cierto que el
correlato de este tema es justamente el tema de la “guerra sucia”, el tema de los
centenares de asesinatos, desapariciones, ultrajes, detenciones forzadas,
secuestros, abusos, golpizas, violaciones, arrasamiento de poblaciones, violaciones
a los derechos, etc., que ejecutó el ejército durante aquellos años. Y ésta,
desde entonces, es una constante en la actuación del ejército.
Si la
sociedad tiene desconfianza en el ejército y cuestiona su actuación en el caso
Ayotzinapa, eso es porque tienen elementos que les permiten desconfiar del ejército.
La gente no ve visiones, piensa en lo que efectivamente ha sucedido. La novela
de Montemayor podrá ser una ficción, pero en este tema él no se equivoca: el Ejército Nacional tiene manchada las
manos de sangre.
En toda Latinoamérica los ejércitos nacionales han sido creados para combatir a su propia población. Más aún desde la Doctrina Francesa de la década de 1950. Ahora mismo, en Argentina, se entrenan para enfrentar combates "urbanos" puerta a puerta
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