MUCHAS veces le hicieron cavar su tumba ante un pelotón de fusilamiento, pero cuando ordenaban abrir fuego los miembros de la SS bajaban los fusiles y comenzaban a reírse. A pesar de las torturas más salvajes, nadie había logrado vencer a Erich Mühsam. A finales de mayo los oficiales de la SS trajeron un chimpancé a la prisión, torturaron al mono ahogándolo tres veces diarias en una tina y luego se lo soltaban a Mühsam con la esperanza de que lo atacara, pero el chimpancé se aferraba a Mühsam, el poeta, buscando protección.
—No sabía que los monos fuese tan cariñosos— le dijo Mühsam a su esposa.
Unos días después, cuando vieron que el chimpancé no obedecía sus órdenes, le amputaron los brazos y lo dejaron desangrarse en el patio central.
[*] Fragmento tomado de Tu nombre en el silencio, de José María Pérez Gay, México, Cal y Arena, 2000, pp. 348-349.
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