Para
Trino
El barroco es el arte de lo “decadente”
y lo es porque es el producto de una época de crisis, cuando la vida es
imposible de ser vivida.
El siglo XVII
novohispano es el siglo que busca una salida frente al impasse, frente a la crisis de no poder reproducir la vida material
y cultural. Es un siglo “arrevesado”, porque las salidas en épocas de crisis únicamente
pueden plantearse mediante respuestas que funden nuevos códigos contra lo
establecido. Y éste es el siglo de Sor Juana, la poetiza de lo barroco. Época
de frustración y de encierro, de la imposibilidad de la vida “normal”, de la
imposibilidad de lo clásico. “Saltar por encima de la propia sombra”, en esto
consiste la trascendencia que busca una creación barroca. En principio, se
trata de un hecho realmente imposible, pero en esto radica su tentativa, en ser
una revolución inefectiva, efímera; pero revolucionaria de los cánones ya caducos.
La salida consiste, entonces, en la creación. Sor Juana es así convocada por la
pluma de la vida cultural de la época; es la época la que le exige crear.
Revolucionar el mundo
implica hacerlo en la práctica, estableciendo nuevas formas humanas. No
obstante, en el ámbito semiótico, la “disolución practica del orden del mundo”
se juega en el uso metalingüístico de la semiosis, en la “función poética” del
lenguaje. Es en las épocas de transformación de la realidad donde la semiosis
lingüística se encuentra en el punto máximo de significatividad, donde ésta se juega
en la función poética del lenguaje, aquella función que de entre todas las
demás es la que puede plantear salidas; es la única que puede comprender la
importancia de una “pirueta mental” y, por ello mismo, puede dar el salto sobre
el propio código establecido y trascenderlo mediante una significación
perfomativa. La revolución al interior de la vida práctica del lenguaje se da
en lo poético al preferir el símbolo helicoidal frente a la frigidez e inercia
de lo lineal. Sor Juana se convierte en una revolucionaria. Cansada de lo
invivible del mundo, toma la pluma y asesta los tiros en contra del silencio.
Así como la vida tiene
su límite en la elección de la muerte,
así también la escritura tiene como límite la elección del silencio. Y
en esto radicó la crisis del siglo barroco novohispano: la muerte y el silencio
eran dos posibilidades plenamente palpables. Pero para no morir, la parte marginada
de la población novohispana, es decir, los indios españolizados y los criollos
aindiados, tuvieron que crear un mundo nuevo: el mundo de lo barroco. Este
mundo se construyó a partir de dar un nuevo significado a la vida, de
revitalizar a la “vida práctica” con la densidad semiótica y de llevar a la
práctica la resignificación semiótica del mundo. El trabajo barroco partió de
contradecir al economicismo chato y de poner por encima de la “vida material” al
aspecto semiótico de la misma. Por ello es barroco, por eso es arrevesado,
porque enseña que más importante que la substancia es la forma o mejor aún:
enseña que hay momentos límite en que la forma es lo substancial y que lo
substancial puede ser un mero accidente.
Lo importante para el
siglo barroco no era la vida por sí sola, sino cómo vivirla. Lo importante no
era decir la palabra, sino cómo y por qué decirla. Sor Juana tuvo siempre
frente a sí la elección del silencio. Pero ésta era una posibilidad impensable
porque implicaba la muerte. Había entonces que crear. Sor Juana, la poetiza
barroca, empuña el arma, su pluma, para asestar los tiros en contra de la
lógica dominante: la muerte absurda, el silencio.
Hacer de la semiosis una realidad
transformativa, ésta era la consigna del barroco. “Vivir la vida incluso en
medio de la muerte” (Bolívar Echeverría). Dotar de significado al mundo cuando
ya no tiene sentido el mundo mismo e insistir en hacerlo aun cuando ya no tiene
sentido intentarlo, todo ello a fin de otorgarle un nuevo código a la caducidad
de la realidad, un nuevo código que será irreal pero trascedente de la vacuidad
y de la inercia de la realidad real.
La revolución del
barroco es transformativa de la realidad caduca porque da significado a la vida
novohispana del XVII. Y esto sólo se logra si se tiene una mente “arrevesada”.
Buscarle una salida a la realidad implica ser barroco porque se parte del
esfuerzo de salir de la lógica impuesta por la realidad, una lógica que es absurda
ella misma pero “lógica” a fin de cuentas porque es la que da el ordenamiento
al mundo mismo.
“Ingeniárselas para
encontrarle salidas al mundo”, esto fue lo que practicó la capa más baja y
azotada de la sociedad novohispana. Y este hecho marcó una impronta para el
comportamiento latinoamericano posterior. Aquí tiene su razón de ser aquella
famosa frase que alardea —casi despectivamente— acerca del “ingenio del
mexicano”. El “mexicano” sabe como ingeniárselas para salir al paso de las
situaciones límite y ello se debe a su creatividad barroca afincada al menos
cuatro siglos atrás. Una creatividad que, sin embargo, hoy está siendo acosada
incesantemente por la actitud conservadora y reaccionaria del winner, del businessman “emprendedor” e “innovador”, cuya actitud manda al
carajo al mundo entero al otorgarle una apariencia vivificante a la fachada
inerte de la sociedad elegante.
Gustavo
García