domingo, 9 de mayo de 2010

MODERNIDAD CAPITALISTA: ¿BARBARIE O PROYECTO CIVILIZATORIO PERFECTIBLE?

Basados en el prejuicio modernista y en el mito progresista, actualmente hay quienes conciben al capitalismo tardío o neoliberal como la forma excelsa del proyecto civilizatorio. Según algunos discursos “realistas”, esta fase capitalista de la modernidad debería ser atesorada como la más deseable e incuestionable de todas y, más bien, deberíamos dirigir nuestros esfuerzos al perfeccionamiento de ella, el cual sólo consistiría en evitar (algunas) crisis económicas, procurar el “combate a la pobreza” o luchar contra la “inequidad”, pero sin alcanzar la igualdad.
Dentro de estos discursos “realistas”, llama la atención una alocución del filósofo norteamericano Richard Rorty.[1] En ella, Rorty sostiene que en el mundo actual acontece un “retroceso”, pues el número de habitantes de “países ricos” es escandalosamente menor respecto del número de habitantes de los “países subdesarrollados” y que, paralelamente, los recursos naturales del planeta se están agotando, razón por la cual, dentro de muy poco tiempo, será necesario preguntarnos cómo enfrentar este problema que —reconoce él— podría llevar a la extinción de la vida humana si no se toman medidas pertinentes.Pese a lo que se desearía esperar, Rorty no cuestiona el dispositivo capitalista —aun cuando entiende que es de éste de dónde emanan los problemas—, sino que, con un discurso completamente “realista” y naif, exige ajustarnos a la misma lógica del capital. Así, basado en este panorama adverso, nos ofrece su propuesta para enfrentar el problema, según la cual, es necesario pensar cómo salvar a la “raza humana” de su posible extinción. Su argumento para afrontar el asunto es sencillo. Según Rorty, los “países ricos” no podrían solucionar la pobreza de los “países de tercer mundo”, dado que es mayor el número de pobres a lo largo del mundo y pocos los recursos para toda la humanidad y pese a la “buena” voluntad por parte de los “países ricos” de inyectar recursos económicos a los “países pobres”. En este caso, dice Rorty, “las regiones ricas del mundo tal vez se hallen en la situación de aquel que se propone compartir su único trozo de pan con un centenar de personas hambrientas. Aunque lo haga, todos acabarían muriendo de hambre, incluso él mismo”.[2]
Siguiendo a Rorty, frente a la muy probable y futura escases de recursos naturales, lo más lógico sería distribuir los pocos recursos entre los “países ricos”, pues la población de los “países pobres” está prácticamente destinada a desaparecer: “para nosotros esa genta está ya muerta” —dice Rorty.[3] Por ello, él propone pensar la posibilidad de realizar un «triage económico»[4], según el cual, dentro de poco será necesario seleccionar, con base en un criterio económico, a una “comunidad moral” sobre la que se concentraran todos los recursos naturales. Esta comunidad, por supuesto, estaría representada por “las regiones más afortunadas del planeta” para que ellas sean las que sobrevivan a la catástrofe, mientras que los “países pobres” serían sacrificados.
Completamente contrapuesto a estas posturas, aparece el discurso crítico de Bolívar Echeverría. A diferencia de Rorty, quien no busca la superación del capitalismo sino montarse en él para lograr su “perfección”, para Echeverría, el capitalismo no debe ser afirmado como una realidad deseable, inmutable o permanente, sino que debe ser cuestionado con el fin de superarlo, pues de lo contrario, según la lógica de Rorty, sí tendríamos que comenzar a decidir qué víctimas de la catástrofe capitalista son económicamente viables de salvación.Al igual que Rorty, Bolívar Echeverría observa que la época actual se encuentra en una crisis profunda, pero a diferencia de Rorty, Echeverría analiza tal crisis a contrapelo.Para Echeverría, toda forma de vida social se articula en torno a un fundamento de supervivencia; una especie de “condición sine cua non” para la constitución de las distintas formas de lo humano a lo largo de la historia. Pese a ello, la modernidad en su fase capitalista se vuelve adversa a este proyecto civilizatorio mismo, porque socava su fundamento: la afirmación de la vida humana. Así, la modernización capitalista “deja de ser un modo de afirmación de la vida, para convertirse en la simple aceptación selectiva de la muerte, o la abandona y, al dejar sin su soporte tradicional a la civilización alcanzada, lleva en cambio a la vida social en dirección a la barbarie”.[5]
El paradigma de Rorty conduciría precisamente a la barbarie inherente al modo de producción capitalista, cuya consecuencia sería la barbarie de sacrificar a la mayor parte de vida humana del planeta en favor de una minoría. Rorty encuentra una manera “práctica”, “racionalista” y “económicamente” viable para “salvar” el proyecto civilizatorio, sin sospechar que eso mismo que pretende seguir reproduciendo es lo que socava toda forma de vida social. ¿Qué es lo que no ha observado Rorty? En efecto, él reconoce que el capitalismo es contradictorio porque produce pobreza, hambre y muerte, y, también, porque elimina su fuente misma de recursos: la naturaleza. Pero no observa que es falso que el capitalismo sea la única forma posible de vida humana. Y esta es una de las bases sobre la que, por su parte, Bolívar Echeverría erige su propio pensamiento. Para el filósofo latinoamericano es falso que la modernidad esté anclada al dispositivo capitalista y, por el contrario, cree que es posible una modernidad pos-capitalista.
Para Echeverría, la modernidad forma parte del proyecto civilizatorio, sólo que cuando ella obtiene la forma del capitalismo, el proyecto civilizatorio es puesto en peligro, por ello es que la crisis civilizatoria está dada a partir de la crisis de la modernidad. La crisis de la modernidad, por su parte, está dada a partir de la afirmación del capitalismo, que apareció hace por lo menos 1000 años pero que sólo a partir del inicio histórico de la modernidad, se afirma impetuosamente para pasar a someter, gracias a su gran capacidad de adaptación, a las demás formas de modernidad.
¿En qué cosiste la crisis de la modernidad? La falta de recomposición de las crisis sociales, económicas, políticas o culturales, agregando las crisis ecológicas, ecocidios, aniquilación de vida o la presencia de diversos holocaustos, es lo que muestra una crisis estructural de la modernidad. Asimismo, la modernidad capitalista se presenta como un sistema erigido en un fundamento contradictorio: por una parte, se trata de una contradicción “natural” o inherente al capitalismo, ya que emana de una dialéctica perversa entre la lógica de subsunción del valor de uso dada por el valor de cambio; por otra parte, dicha crisis está dada por una contradicción evidentemente absurda pero que es sobre la cual se basa y funciona el capitalismo, porque, como explica Echeverría, el capitalismo no puede desplegarse sin volverse en contra del (supuesto) fundamento que lo sostiene y erige: el trabajo humano que busca la abundancia de bienes mediante el tratamiento técnico de la naturaleza. Según esto, el capitalismo no puede autovalorizarse sin precisamente alcanzar lo contrario de su fundamento, pues 1) el trabajo humano no es “trabajo productivo” sino trabajo enajenado con carácter de explotación; 2) no se logra la abundancia de bienes sino que se propaga la escasez artificial de recursos, tanto económicos como naturales; y 3) la naturaleza es tratada como un fondo de reservas acumulables (Bestand): en suma, se aniquila la vida humana, se socava la naturaleza y, por su parte, la técnica o tecnología son en sí mismos medios de explotación. Echeverría nos anuncia, de este modo, el posible desenlace trágico de la historia de la civilización; un proyecto concebido como autorrealización y autoafirmación del individuo humano pero que ahora —en su punto culminante— se vuelve contra él este mismo proyecto:

La modernidad, que fue una modalidad de la civilización humana, por la que ésta
optó en un determinado momento de su historia, ha dejado de ser sólo eso, una
modificación en principio reversible de ella, y ha pasado a formar parte de su
esencia. Sin modernidad, la civilización en cuanto tal se ha vuelto ya
inconsistente.[6]

[1] R. Rorty, “¿Quiénes somos? Universalismo moral y selección económica”, Revista de Occidente, número 210, Madrid, Noviembre de 1998, pp. 93-107.
[2] R. Rorty, op cit, p. 100.
[3] Ibid, p. 104.
[4] El término «triage» se refiere al tipo de selección que los hospitales practican con las víctimas de catástrofes en caso de no poder atenderlas a todas. Ahí, se destinan los recursos médicos a las víctimas con más probabilidades de salvar la vida, mientras que se prefiere no “desperdiciar” recursos médicos en las personas que, a pesar de ser atendidas, medicamente ya no podrían ser salvadas.
[5] B. Echeverría, “Modernidad y capitalismo (15 tesis)”, Las ilusiones de la modernidad. Ensayos, México, UNAM-El Equilibrista, 1997, p. 136.
[6] B. Echeverría, La modernidad de lo barroco, México, ERA, 2005, p. 34

Revoluciones: ¿locomotoras de la historia?

Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez se trata de algo por completo diferente. Tal vez las revoluciones son el manotazo hacia el freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren.

Marx sagt, die Revolutionen sind die Lokomotive der Weltgeschichte. Aber vielleicht ist dem gänzlich anders. Vielleicht sind die Revolutionen der Griff des in diesem Zuge reisenden Menschengeschlechts nach der Notbremse.

Walter Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia (1932).(1)

(1) W. Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, intr. y trad. de B. Echeverría, México, Itaca-UACM, 2008, p. 70 ["Über den Begriff der Geschichte", Gesammelte Schriften, Bd. 1/3, 1232].